EL SEÑOR DE LOS
LOBOS.
a mi amigo Carlos
Araujo.
Los
picos nevados.La cordillera entera con sus valles encantados ,donde parece que
la
bruja
del cuento estuviera vigilándote encorvada y difuminada en la niebla, en
rincones
mágicos,
vígenes de las huellas de los hombres.
Robles
erguidos sobre el propio pedestal encumbrado de sus propias raices.Fresnos y hayas hablándose de ladera a ladera ,el
viento ululante en las ramas,el lenguaje secreto de las hojas
de
la encina sagrada del Oráculo griego de Dodona,rival de Delfos.Manantiales
escondidos en cuevas donde el agua surge de la piedra, como un pequeño volcán
transparente.Montañas comunicadas por secretosdesfiladeros.Atajos
imposibles,sendas olvidadas,los lugares más mansos del río para cruzarlo.
Lo
conocía todo.En su cabeza estaban enraizados todos los conocimientos
ancestrales y atávicos de sus antepasados.Más que aprender,recordaba.Su
intuición y experiencia hacían
el
resto.
Era
El Señor de los Lobos.Líder de su propia manada y respetado por todos los demás
que compartían en sus propios territorios, la cordillera.A su aullido
contestaban uno a uno, convirtiendo las
montañas en el eco sinfónico del lamento desgarrador de un agudo cante
jondo,
combinado con el grave resonar de un blues negro, alma irredenta de esclavos
negros.
Noches
de Luna llena arropadas por el adorador concierto.
Era
El señor de los Lobos,conocía las montañas,llevaba muchos años trotando por
ellas en
compañía
sólo de su manada y las cómplices estrellas, ayudado por su mirada
nictálope.Señor de los montes nevados,de sus bosques y sus árboles
centenarios.Si tocaba esconderse,conocía cada arroyuelo,cada pozade agua si la
sed apretaba, en la temporada seca y escondida.
Guardaba
en su memoria,los ocultos barrancos,las abiertas cañadas y las escondidas
cuevas.
Desde
las aulladoras cimas hasta las confortables madrigueras,donde las hijas de sus
hijas,
amamantaban
los lobatos, en su escondite cálido y secreto.
Era
el Señor De los Lobos,un animal con muchas lunas gastadas,con el cuerpo
esculpido por, tantas cicatrices que las había paralelas,perpendiculares y
superpuestas.Para el resto de los
compañeros
,eran como medallas ganadas en combate.
Un
lobo de tamaño mediano,pelaje gris oscuro,con la mirada de astucia de
siglos.Rondaba los
siete
años y medio.Una edad muy avanzada para un animal de su especie en la
naturaleza.
Su
valor,basado en el desprecio a la muerte y sus atávicas mañas,le habían llevado
a doblegar
a
machos mas grandes y jóvenes que él.Hacía ya tiempo que no tenía que pelear con
ninguno
de
sus congéneres.El liderazgo lo ejercía
desde el respeto, no desde el temor como era la
norma
común entre los congresos por el poder de los lobos.Un respeto incluso por
encima
de
la llamada brutal del sexo encelado de las hembras en Primavera.
Su
estirpe, era la primera en ser aceptada como principal por toda la manada.Y en
su cuidado
y
protección se encargaban sin un mínimo resquicio de duda.
La
sangre embrujada de Luna del Señor de los cánidos libres debía permanecer a
salvo.Era el compendio de la sabiduría de miles y miles de lobos en su devenir
libertario.Una enciclopedia de Libertad nunca negociada.
Ya
no era solo el jefe de la manada.A su llamada nocturna acudían todos los jefes
de las manadas mas lejanas.Su instinto, era la suma de miles de instintos, que pertenecieron
a toda
una
saga de las antiguas sombras cazadoras, que vivieron antas que él, en aquellas
montañas.
Su
compañera de siempre,una hermosa lobla blanca,poco mas joven que él,había
muerto esa misma mañana.La figura esbelta, que parecía ir siempre vestida con
una capa de nieve recién
caída
y que tantas veces había trotado a su lado, en las noches de luna brillante o
deslunada,
ya
no volvería a hacerlo más.
La
hembra que parecía cubierta de nubes,se había ido con ellas.Era muy mayor para
sobrevivir al parto.Se había ido con la mirada de su compañero puesta en la
suya.Se había ido con un
cerrar
los ojos sereno,un irse a dormir arropado.
Solo
un machito había sobrevivido.Fue el único en poder respirar al final el aroma a
espliego,
romero
y tomillo que rodeaba la madriguera.
Llegado
el momento,la loba segunda en rango del clan lo adoptó de inmediato y lo puso
en el
lugar
principal de su propia camada.
El
viejo lobo, permaneció tumbado en silencio el resto del día, al lado del cuerpo
inerme de su
compañera.
Sólo
con el tardío atardecer,se levantó y sin mirar atrás se dirigió con paso firme,
a la madriguera de la hermosa loba de pelo oscuro, como el carbón vegetal, que
había adoptado a su hijo.Tanto ésta como su compañero,un ejemplar ya
maduro,llamado a ser su sucesor en en el clan ,le abrieron paso con el respeto
de un alumno a su maestro.
Con
los dientes convertidos en cunas de algodón,el legendario lobo tomó al recién
nacido con la dulzura del guerrero, que deja respirar por fin la ternura
reprimida toda una vida.
Cuando
salió del refugio con su preciada y ligera carga,las cansadas luces del
atardecer, parecían irse acunadas y somnolientas ,en la estela anaranjada de La
Puesta de Sol.
El
Señor de Los lobos, con paso ceremonial,sentido,consciente de la importancia
del momento,
se
dirigió seguro a la cima más cercana.Allí, estaba situada la roca plana clavada
sobre el mismo acantilado que le pertenecía como trono natural.Desde allí, era
donde sus aullidos reclamaban,en las noches la atención de la Luna a la espera
de sus consejos.
Esa
noche,un disco blanco enorme en su redondez pálida y reflectante,que parecía
estar más cerca de la Tierra de lo normal,lo estaba esperando.Bajo el
resplandor lunar,en una reunión convocada por las campanas y los tambores y
trompetas del instinto,le esperaban los jefes de
todos
los clanes lobunos de las montañas.
El
Señor de los Lobos ya instalado en su piedra, en lo más alto, depositó
suávemente su hijo sobre ella a sus pies.Un cachorro con los ojos todavía
cerrados al entorno que le rodeaba.
Y el
curtido lobo mirando a la Luna aulló,aulló como nunca lo había hecho hasta
entonces.Y aullaron con él y por él los demás lobos.Y aulló con ellos el viento
entre los bosques y los desfiladeros.Hasta el eco uniéndose al coro resonaba
mucho mas fuerte.Un lamento desgarrador,como nunca se había oído, cercenó como
un daga ,el silencio nocturno de las montañas.
Esa
noche la contestación de su sabia consejera, no tardó en llegar.Ese cachorro
ahora desvalido, sería el destinatario de la sabiduría de todos sus
antepasados.Los iría recordando
a
medida que el paso de las primaveras. siguiera fundiendo la nieve de las altas
cimas de la
cordillera.Sus
padres adoptivos y el resto de la manada, se encargarían de que su destino se
cumpliese.
El
Señor de los Lobos ya tenía sucesor.Los pactos de los cánidos libres a la luz
de la Luna LLena
eran
tan firmes en el tiempo, como las mismas montañas, donde habitaban.
El
viejo y respetado líder de todos los clanes lobunos, miró por última vez al
cachorro,bajo un
foco
lunar empolvado de estrellas.
El
anciano legendario,callado,orgulloso,seguro de su destino,enfiló despacio la
ladera de su
atalaya
ceremonial y léntamente, se perdió en la espesura.Desapareció.
No
se le volvió a ver ,ni a escuchar sus aullidos reclamando la atención de la
Luna.Desapareció.
Esta
leyenda,delante de una taza de cognac. con unas gotas de café,me la contaba un
viejo leñador en una aldea apartada en plena cordillera,sentados los dos en una
rústica mesa de
madera
que formaba parte como el olor mismo a chimenea, del único bar existente en
aquel
pueblo
olvidado.
Me
contó también cómo su padre y el padre de su padre y él mismo siendo
joven,habían visto en sus trabajos en los bosques más apartados de la gente,pasear
alegres y juguetones una solitaria pareja de lobos.
El
macho, un mediano ejemplar de color oscuro y altivo caminar.
Ella,
en los días nevados se difuminaba como una feliz sombra, con el color blanco de
la nieve.